PRÓLOGO
Estoy
impaciente, ilusionado por volver a mi tierra, tras muchos años de
ausencia forzosa.
Parece
que fue ayer cuando nos llamaron de Francia a los poco más de treinta
guerrilleros que todavía no habían podido exterminar la Guardia Civil.
Era
el año 1952. Se organizaron dos grupos: uno iría a pie, otro en tren.
Confié en el "chaval", un chico fuerte y conocedor de los
Pirineos y me decidí por el primer turno a pesar de las dificultades
que, estaba seguro, tendríamos que soslayar, y los peligros que nos
acecharían a lo largo de un mes de padecimientos, privaciones, hambre,
sed, temor y miedo.
Hoy
me queda el consuelo de que, si lo hubiera intentado por tren, no
hubiera llegado jamás, pues la Guardia Civil sorprendió al grupo y lo
exterminó. Aseguraban que "el manco" capturado y herido unos
días antes, delató el plan punto por punto.
La
democracia en España hace posible mi regreso lleno de nostalgia, sin
rencor pero con gran pesar.
Me
siento joven cuando rememoro nuestra presencia belicista en Teruel, y
viejo cuando vivo ya solo de mis recuerdos.
¡Cuántos
días sin poder parar a descansar!, ¡Cuántas noches sin lograr
conciliar el sueño! Soy uno de tantos exiliados que, tras la contienda
civil, huyó a Francia solo por haber sido fiel a la bandera republicana
que un día juré respetar y defender, y aferrarme a la ideología
comunista que tantas veces he difundido, defendido y, por qué no
decirlo, defraudado a los demás y a mi mismo.
De
París a Madrid en un vuelo charter de Iberia, y de Madrid a Teruel en
un autobús de "Samar" confortable, con vídeo y televisión,
aire acondicionado, y sobre todo seguridad. ¡Qué diferencia con
aquellos autobuses que desde Teruel nos llevaban a los pueblos serranos!
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